lunes, 19 de noviembre de 2012

Situando espejos en órbita marciana para terraformación (I)

 
 

Enviado por jaime a través de Google Reader:

 
 

vía Física en la Ciencia Ficción Plus (ex ungue leonis) de Sergio L. Palacios el 5/11/12

Tal y como se está poniendo la situación mundial, con tanta crisis económica y tanto chupóptero multimillonario triste porque los demás no juegan para él y otros le quitan inmerecidamente los premios individuales, no sería de extrañar que más de uno ya estuviese pensando en abandonar la faz de este planeta para buscar horizontes más prometedores. Uno de estos destinos podría ser perfectamente nuestro vecino el planeta rojo: Marte.

Dotado de una baja gravedad y con una atmósfera mucho más tenue que la nuestra, Marte constituiría un mundo perfecto para el fútbol de Cristiano Ronaldo. Allí, el balón correría mucho más rápido y avanzaría más lejos con muy poco esfuerzo; se jugaría con máscara y así no haría falta verle la cara de chulo-putas que tiene ni tendríamos que soportar sus gestitos faciales para llamar la atención de las nenas en celo; sus compañeros marcianos le pasarían siempre a él el balón porque los marcianos no existen y, finalmente, sus grandes amigos papá Florentino y mamá Mou, formarían un trío marciano donde la organización a la hora de darse por el culo fuese lo más importante.

Pero, dejemos el fútbol a un lado por un momento y centrémonos en lo que aquí nos interesa, que no es otra cosa que el asunto de la terraformación del planeta vecino. Ya dediqué hace algún tiempo una serie de posts maravillosa y llena de atractivo al tema de la terraformación de otros mundos. Uno de los métodos que planteé en su momento tenía que ver con la situación en órbita alrededor del planeta en cuestión de una serie de espejos que fueran capaces de concentrar la luz solar sobre la superficie del planeta, provocando con ello un calentamiento de la misma como consecuencia de la liberación de gases de efecto invernadero, por ejemplo.

Ahora bien, detengámonos por un momento y reflexionemos acerca de la cuestión de cómo y dónde situar exactamente estos espejos y, sobre todo, si sería posible hacerlo con la tecnología de la que disponemos en la actualidad.

Veamos, empecemos por tener en cuenta que si nuestro objetivo es focalizar la luz solar reflejada por los espejos sobre una área concreta de la superficie marciana (hacerlo sobre el planeta entero resultaría imposible, debido fundamentalmente al peso de la estructura) debemos situarlos en una órbita estacionaria, es decir, los espejos deben estar a una altura sobre la superficie de Marte tal que las velocidades de rotación de ambos cuerpos coincidan. Esto se consigue siempre que sean iguales la fuerza de atracción gravitatoria del planeta sobre el espejo (que tiende a hacerlo precipitarse sobre Marte) y la fuerza debida a la presión de la radiación solar (que tiende a expulsarlo de la órbita marciana), la fuerza por unidad de área debida a los fotones procedentes del Sol y que inciden sobre la superficie reflectora del espejo.

Pues bien, cuando uno utiliza las expresiones de las dos fuerzas comentadas en el párrafo anterior y las iguala se obtiene fácilmente la dependencia de la densidad del material del que debe estar construido el espejo con la distancia a la que éste debe estar situado en órbita alrededor del planeta. Esta dependencia no es lineal, sin parabólica, es decir, que es una función que varía con el cuadrado de la altura sobre la superficie de Marte a la que es preciso colocar el espejo.

Obviamente, lo más conveniente puede ser que el reflector se encuentre cuantro más cerca mejor, pero esto conlleva la necesidad de disponer de materiales mucho más ligeros, asunto no trivial en absoluto. Baste decir que para las densidades alcanzables por nuestra tecnología (entre 2,6 y 6,8 gramos por metro cuadrado, aproximadamente) se requerirían materiales muy similares al Mylar, utilizado en la tecnología de velas solares, aunque habría que someterlo a un tratamiento a base de depositar aluminio vaporizado sobre su superficie con el objetivo de incrementar su insuficiente poder reflector. Cogiendo el valor más pequeño para la densidad, esto es, los 2,6 gramos por metro cuadrado, el espejo no podría encontrarse a menos de 170.000 km de la superficie de Marte. Un valor más razonable y no tan restrictivo de la densidad, unos 4 gramos por metro cuadrado, llevaría el espejo hasta los 210.000 km de altura.
Otro detalle a tener en cuenta es el peso de la estructura que soporta al espejo y el del propio espejo. En cuanto a la primera, ésta puede confeccionarse, por ejemplo, a partir de nanotubos de carbono si se quiere aligerar lo máximo posible. El caso del reflector es diferente, pues debe estar confeccionado con un material similar al que ya os he contado más arriba. Además, está la dificultad de focalizar la luz sobre una región determinada de la superficie del planeta rojo. Así, si pretendemos hacerlo sobre los casquetes polares, donde pueden liberarse abundantes cantidades de gases de efecto invernadero escondidos en las capas de dióxido de carbono congelado, así como en el regolito marciano, para una zona con una extensión, digamos de unos 650 km, el radio del espejo debería ascender a unos nada despreciables 125 km, haciendo que su peso alcanzase las 200.000 toneladas.

Estos valores hacen impracticable la construcción y el envío de las estructuras desde la Tierra, así que la alternativa debería consistir en hacerlo en órbita, o bien en la misma superficie de Marte. Todo ello, obviamente, dependiendo de las capacidades y presupuestos de las agencias espaciales. Aunque para tito Floren no hay cosa que el talonario no pueda lograr con tal de que su estrella rutilante y altamente reflectora deje de estar triste y tenga un mundo hecho a su medida...


Fuente:
Terraforming Mars - Orbital Mirrors: Construction M. Grant, A. Edgington, N. Rowe-Gurney and J. Sandhu. Journal of Physics Special Topics, Vol. 10, No. 1, 2011.


 
 

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